"Hoy, 18 de Octubre recordamos el Primer Mensaje de Nuestra Señora en Garabandal; una llamada al sacrificio, a la oración y al amor a Jesús Sacramentado.
En medio de aquellas manifestaciones celestiales, la Virgen Santa enseñó a rezar a las niñas, como antes lo hiciera con Bernardita de Lourdes o los niños de Fátima; nuestra Santa Madre insiste en que la busquemos mediante Su Rosario, y que lo hagamos -siempre que sea posible ante el Sagrario, donde Jesús Sacramentado, preso de amor, espera tu limosna de caridad.
Hace 60 años, que en Garabandal, la Santísima Virgen nos advierte a través de este Mensaje a la Humanidad, sobre un Castigo que nos vendrá por la conducta de los hombres: del egoísmo , desamor, soberbia, deslealtad, mentira, avaricia, la hipocresía, el olvido de Dios.
Madre apela, ante quienes verdaderamente la escuchan y amándola están dispuestos a
satisfacer su pedido, a la toma de conciencia que sólo una vida penitente y ofrecida
puede revertir la situación.*
Sacrificio es hacer algo sagrado ofreciéndolo a Dios. Algo que nos pertenece y lo damos
a Dios en reconocimiento de su divina majestad, de su gloria y también de su amor. En
tal sentido el ayuno, por ejemplo, es un sacrificio en cuanto nos privamos de algo
legítimo, como es la comida, para ofrecerlo amorosamente a nuestro Dios. Hay otras
muchas maneras de sacrificar además del ayuno.*
La penitencia, en cambio, es la respuesta al mal cometido en reconocimiento de ese mal
y como reparación o resarcimiento del mismo. En el Antiguo Testamento leemos cómo
hasta reyes vestían de saco y echaban cenizas sobre sus cabezas en signo de penitencia.*
Los sacrificios y las penitencias son movimientos contrarios al hedonismo de la
sociedad que sólo busca el placer del individuo. Mortificarse para la salvación de la
propia alma y de otras almas es un acto de humildad y de abnegación que combaten los
efectos mortales de la búsqueda egoísta del propio placer al precio de quebrantar la ley
de amor de Dios.*
Esas palabras, sacrificio y penitencia, son impronunciables en este mundo. Nadie quiere
oírlas. Sin embargo, la Santísima Virgen, todavía busca hijos que la escuchen y
respondan a su llamado. Empecemos por ofrecer sacrificios y hacer penitencia y luego
ocupémonos de aumentarlos.*
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